martes, 5 de agosto de 2014

Monumentos Emblemáticos de La Algaba

El aire monumental del pueblo de La Algaba muestra tres edificios principales.



  • La Iglesia de Santa María de las Nieves, de estilo gótico-mudéjar y que contiene hermosas bóvedas de crucero.



Edificio mudéjar de tipo parroquial, con planta de cruz latina y tres naves sostenidas por pilares.
Su construcción corresponde a dos etapas diferentes, comenzándose a construir la primitiva iglesia a finales del siglo XIV y finalizándose durante la primera mitad del XVI. De este periodo se conserva la cabecera, con bóvedas de crucería, de las que sobresale especialmente la del crucero, que es de terceletes con prolongación estrellada hacia el ábside y que posee las particularidades dentro de las normas generales en las iglesias hispalenses de tener el ábside central rectangular y dos capillas a modo de absidiolas en las cabeceras de las naves laterales. Asimismo, durante el siglo XV se levantó la torre hasta el cuerpo de campanas.


Las puertas laterales corresponden a este periodo, no obstante hemos de reseñar que la puerta de acceso principal en aquel tiempo se encontraba al oeste, donde hoy se encuentra el coro, ya que lo habitual es que el ingreso al templo se situara a los pies de éste.
El resto del edificio fue destruido en el terremoto de Lisboa de 1755. Su reconstrucción se llevó a cabo por los arquitectos Pedro de San Martín, Tomás Zambrano y Pedro de Silva. De las naves reconstruidas, la central se cubre con techumbre de madera lisa y las laterales con bóvedas de arista, separándoles arcos rebajados. Las capillas anexas en el lado derecho deben ser de finales del siglo XVIII.

En 1925 los albaceas del testamento de Pilar García Desmaissieres encargan al arquitecto Juan Talavera una capilla, ésta, de estilo neogótico, planta cuadrada y cubierta de alfarje, se construye a los pies de la nave del Evangelio y posee un pequeño retablo renacentista de 1599 traído de Igualada.  
El retablo mayor, de grandes dimensiones, pertenece al estilo barroco. Fue ejecutado entre 1725 y 1734 por el escultor y retablista Bartolomé García de Santiago, discípulo de Francisco Antonio Gijón y dorado en 1763 por el maestro dorador Francisco López, vecino de la villa de La Algaba. Asimismo en 1792 fue restaurado por Francisco de Acosta, quien probablemente realizó la hornacina del remate. 
Se divide en tres cuerpos superpuestos de forma horizontal y a su vez, fraccionados estos, en tres calles verticales separadas por estípites. Las dos calles laterales son de menor anchura y la central alberga el camarín que contiene la imagen titular del templo, Ntra. Sra. de las Nieves, realizada en el siglo XVII, si bien, sigue un modelo iconográfico del siglo XVI, que preside el altar mayor. Se trata de una imagen mariana en actitud sedente que sostiene sobre sus rodillas al Divino Infante y que presenta como elementos añadidos una corona y un cetro en latón con baño de alpaca.


La acompañan en el retablo las imágenes de San Bartolomé, San Pedro, San Fernando, San Juan Bautista y San Sebastián, cada una de diversos estilos y procedencias, siendo las más antiguas del siglo XVI, pertenecientes al desaparecido convento de San Francisco de la localidad.

Otros retablos que alberga el templo son el dedicado a Santa Marta, de estilo neoclásico, con tres calles, columnas de fuste liso y capiteles corintios que imitan mármoles jaspeados, con esculturas de gran calidad, una de las cuales, de finales del siglo XVI y principios del XVII, representa a la titular y otras posteriores que encarnan a San Antonio de Padua, Santo Domingo, la Virgen del Carmen y San Sebastián. Retablo siglo XIX, con imágenes de San Antonio y Santa Rita.


Retablo moderno de una capilla lateral en el que se hallan las esculturas de San Benito y San Andrés, obras del siglo XVIII. Retablo en la cabecera en la parte derecha, barroco, de finales del siglo XVII, con una gran hornacina con un Crucificado, la Dolorosa y San Juan, todos de la época de construcción del retablo. En los laterales se encuentran San Francisco de Asís y San Isidoro Labrador y en el remate San Miguel y el retablo dedicado a San José.

           


En el muro de la nave había una lápida que hace referencia a la antigua capilla de San Bartolomé, probablemente desaparecida durante el terremoto de Lisboa.

Todo el perímetro de sus muros está decorado por pinturas, algunas de magnífica calidad, del siglo XVIII.
La iglesia alberga diversas tallas, de destacado mérito, como la del Cristo de la Estrella, procedente del convento que poseyeron los padres franciscanos en esta villa y el Ecce Homo en busto, de finales del siglo XVII.
A los pies de la iglesia se encuentra una sillería de coro de madera tallada, de fines del siglo XVIII, sobre ella, en alto, el órgano cuya caja fue realizada en 1779 por Francisco de Acosta y su instrumento musical por Francisco de Molino.
Su orfebrería es bastante rica y numerosa, siendo algunos elementos labrados por Francisco de Alfaro.





  • La Torre de los Guzmanes que, con una altura de 27 metros, fue concebida como edificación defensiva allá por el siglo XV. Tres plantas enlazadas por escaleras se cubre de bóvedas, siendo la parte más interesante desde el punto de vista estilístico el conjunto de ventanas: de arco rebajado, de ojiva, trilobuladas o polilobuladas. El remate almenado corona este bien conservado monumento ubicado en pleno centro tradicional del núcleo.




La Algaba cayó en manos castellanas en la primavera de 1247, como operación previa al asedio que acabó con la Sevilla musulmana en el invierno del año siguiente. En el repartimiento de 1253 de los territorios conquistados, La Algaba fue a manos del infante don Fadrique, segundo hijo de Fernando III y de su primera mujer, Beatriz de Suabia. Éste, acusado de traición por sus supuestos amoríos con la viuda de su padre, Juana de Ponthieu, fue condenado a muerte por su hermano Alfonso X y ejecutado mediante garrote en Toledo en 1277, con lo que el señorío de La Algaba retornó a la corona. En 1304 fue entregada al infante don Alfonso de la Cerda por Fernando IV el Emplazado, su primo segundo. El infante la cedió más tarde al conde de Niebla. En abril de 1440, el entonces conde de Niebla trocó La Algaba, Alaraz, las heredades del Vado de las Estacas y de Moscoso, y las aceñas del Rey y La Ina, todo valorado en una renta anual de 230.000 maravedíes, por Medina Sidonia a Juan de Guzmán y Torres, hijo de Luis de Guzmán, vigésimo quinto maestre de Calatrava entre 1407 y 1443, convirtiéndose así en el primer señor de La Algaba.

Este señorío pasó a ser marquesado en tiempos de Felipe II, monarca éste que, para aliviar su constante necesidad de dinero, entre otras cosas recurría a la creación de títulos para la obtención de fondos de manos de las poderosas casas nobiliarias españolas. Así, en 1565, fue I marqués de La Algaba don Francisco de Guzmán, hijo del IV señor. En esa época, con el temor a conflictos civiles ya fuera de lugar, la torre pierde su utilidad como residencia y como fortificación, por lo que queda abandonada al mudarse su propietario a un palacio en la misma Sevilla.

Así pues, la torre quedó pasó desde ese momento a tener las funciones más variopintas, como refugio para la población cuando el Guadalquivir se desbordaba, granero e incluso cárcel local.
Se trata de una torre fuerte edificada dentro de la población, en una época en que los conflictos civiles entre las poderosas casas nobiliarias castellanas hacían bastante inseguro habitar lejos de los núcleos habitados. Además, esto permitía un mejor control del vecindario, susceptible de cambiar de bando si se terciaba.
Es un potente edificio de planta rectangular, de 13,10 x 9,35 metros aproximadamente, construido enteramente de ladrillo de adobe en el más puro estilo gótico mudéjar. Cuenta con cuatro plantas y una azotea almenada. 





Como elementos decorativos en su austera fachada, sólo podemos ver un ajimez con arcos lobulados y una balaustrada de piedra con dos rosetones tallados en la misma, una ventana con arco de herradura enmarcado sobre un alfiz, el blasón de la Casa de Guzmán y, bajo el mismo, una lápida escrita con caracteres góticos donde se lee:




Esta torre mandó fas
er Juan de Gusman se
ñor defte lugar, hijo de
l señor don Luis de Gus
man, maestre que fue de Ca
latrava. Año de MCC
CC e XLVI años





O sea, que la torre fue concluida apenas seis años después de obtener el señorío. El acceso se encuentra en la fachada sur al nivel actual de la calle, y se realiza por un arco de medio punto cerrado por una reja trabada. Los muros al nivel del suelo tienen un grosor de dos metros, disminuyendo a medida que se asciende. En la cara norte y al nivel de la última planta hay un desaguadero que da salida al agua de lluvia acumulada en dicha planta, ya que esta forma un pequeño patio porticado interior rodeado de diversas dependencias. El parapeto, rematado con merlones encapuchados, muestra una hilada de aspilleras con derrame hacia abajo.
Todo el edificio está construido con ladrillo de adobe, incluso los escalones que llevan de una planta a otra. Sólo encontramos sillería en la base y el arco de la puerta de entrada, todo ello labrado en piedra caliza.



La torre se encuentra perfectamente conservada, si bien por estar prácticamente engullida por el caserío urbano no puede contemplarse en todo su esplendor.




  • La Ermita de La Concepción, en el barrio de El Aral. Se conoce su existencia desde al menos el siglo XVIII, ya que las primeras noticias documentales datan de 1712. La ermita posee una sola nave y en su frente se sitúa un camarín que acoge la imagen de la Inmaculada Concepción. Se compone de la capilla y una vivienda anexa, donde habita el ermitaño encargado de cuidarla. Fue completamente restaurada en 1929 y se encuentra en muy buen estado de conservación.

 En su interior conserva interesantes esculturas como la de la Virgen de la Concepción, del siglo XVIII, y la de San José, perteneciente a la escuela de Martínez Montañés.



Jesús Campos




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