jueves, 14 de agosto de 2014

Misterios en torno a la figura de Cervantes III

Isabel de Saavedra (Madrid 1584-1652)

Hija natural de Miguel de Cervantes Saavedra, nacida en Madrid en 1584 y fallecida en su ciudad natal en 1652. Fruto de los amores adúlteros entre el escritor alcalaíno y la tabernera madrileña Ana Franca de Rojas, está considerada por la crítica cervantina contemporánea como la única descendiente del autor del Quijote, quien no tuvo hijos en su matrimonio con la toledana Catalina Salazar y Palacios.

Sobre ella hay cincuenta documentos legales, tres obras dramáticas y un par de artículos de poca dimensión. Hasta el momento no existe ningún esbozo completo sobre su perfil. 

En septiembre de 1584 nació en Madrid, Isabel, en el seno del matrimonio formado por el antiguo comerciante asturiano Alonso Rodríguez y su mujer Ana Franca de Rojas, que a la sazón regentaban una populosa taberna en la calle de Tudescos, concurrida por dramaturgos, comediantes, directores de compañías y, en general, gentes relacionadas con el mundillo teatral. Uno de los parroquianos habituales de dicha taberna era Miguel de Cervantes, quien, al parecer, pronto entabló relaciones amorosas con Ana Franca, lo que dio lugar a que ésta se convirtiera en la madre de su único vástago conocido. 
(Se cree sin documentación en la existencia de "Promontorio, hijo de Sirena, querida de Cervantes".)

No se dispone de la partida de bautismo ni de la de nacimiento, pero se calcula que Isabel cumplía 14 años cuando murió Ana de Villafranca (enterrada en la Iglesia parroquial de San Martín). En 1599 la hija de Cervantes declara que era mayor "de 12 y menor de 25 años," y en el proceso de la muerte de Gaspar de 
Ezpeleta sostiene "tener 20 años". El 22 de noviembre de 1613, Luis de Molina presenta a Isabel como "fiadora, mayor de 25 años" y  y en el proceso de Inquisición contra María Bautista, Isabel figura con 40 años.

Tres meses después del alumbramiento de Isabel, Cervantes ya estaba casado en la localidad toledana de Esquivias con su esposa Catalina, con una repentina urgencia que tal vez sea indicio de su necesidad de alejarse con presteza de los ambientes que frecuentaba en Madrid (posiblemente, a causa de los rumores que empezarían a llegar a oídos de Alonso Rodríguez, el supuesto padre de la recién nacida).

Sea como fuere, lo cierto es que el tabernero de la calle Tudescos murió como padre de Isabel y de su hermana mayor (nacida de su unión con Ana Franca, poco antes de las relaciones adúlteras de ésta); y que, poco tiempo después -concretamente, el 12 de mayo de 1585-, perdió la vida también la joven madre de ambas, Ana. En su testamento, Ana Franca de Rojas encomendaba la custodia de sus hijas a un procurador madrileño que, el día 9 de agosto de 1599, se convirtió legalmente en el tutor de las dos hermanas huérfanas. 

Pero la sorpresa entre los estudiosos cervantistas surge cuando los documentos demuestran que, sólo dos días después (es decir, el 11 de agosto de 1599), una hermana de Miguel de Cervantes, Magdalena, reclamó para su servicio a la joven Isabel -a la sazón, quinceañera-, al tiempo que se comprometía a darle alojamiento y manutención durante al menos dos años; a hacer labor, a coser, darla de comer, beber, cama, camisa lavada, y hacerle buen tratamiento ; y a abonarle en concepto de salario por su trabajo la cantidad de veinte ducados. 

Es palpable que el oficio de Cervantes como comisario del Rey Prudente para la Armada Invencible no le permitió ocuparse de la formación de su única hija. El escritor obtuvo ayuda en su desempeño a lo largo de su vida de cinco mujeres. (Éstas fueron: Isabel, su hija; Catalina. su esposa; Andrea. su hermana con su hija Constanza Ovando y Figueroa; y Magdalena, su otra hermana.)

La sorpresa se intensifica aún más cuando en el acta notarial que dio fe de esta extraña contratación se descubre que la joven Isabel, aunque queda inscrita como hija del mencionado Alonso Rodríguez, aparece citada como "Isabel de Saavedra", y tenida por descendiente del licenciado Juan de Cervantes (abuelo de Miguel y Magdalena). Al parecer, el escritor se sirvió de este rodeo legal para reconocer su paternidad y vincular a la joven a su auténtico linaje familiar; posteriormente, después de haber vivido con ella (y con casi todas las mujeres de su familia) en Valladolid, Cervantes regresó a Madrid y se trajo consigo a su hija natural, a la que otorgó legalmente el apellido de Saavedra. Una buena prueba de esta paternidad que, durante muchos años, mantuvo oculta el escritor complutense es la constatación de que Isabel, aunque había sido contratada en calidad de servidora por Magdalena, jamás desempeñó tal papel en el complejo núcleo familiar de los Cervantes, donde recibió siempre por parte de Magdalena el afecto destinado habitualmente a una sobrina, y mantuvo espléndidas relaciones con su prima Constanza (hija de Andrea, otra hermana de Miguel).

Prosiguen las adversidades y enigmas. El 6 de junio de 1605 Isabel de Ayala testifica, en el proceso de la muerte de Gaspar de Ezpeleta, que la hija del autor del Quijote  recibía las visitas masculinas "dia y noche"de  Simón Méndez. El juez señaló su detención, sufriendo el mismo destino que el licenciado Juan de Cervantes, su bisabuelo; Rodrigo de Cervantes, su abuelo; y Miguel de Cervantes su padre.
Pero a falta de pruebas fehacientes se la eximió bajo condiciones humillantes.

De nuevo en la Corte, la hija de Miguel de Cervantes (que, según su propia declaración en algún documento de la época, era analfabeta) contrajo nupcias alrededor del año 1606 con Diego Sanz del Águila, de quien tuvo al año siguiente una hija bautizada como Isabel Sanz del Águila y Cervantes.(fruto de las relaciones extra-matrimoniales de su hija con Juan de Urbina,un hombre casado que ejercía como secretario del duque de Saboya, y al que al parecer habían conocido los Cervantes durante su residencia en Valladolid.).

En 1608, la repentina muerte de su esposo dejó a Isabel de Saavedra viuda, pero no del todo desamparada, pues  la "protección" de este Urbina llegó a tal extremo que abrió en Madrid una casa para alojar en ella a Isabel, vivienda alquilada a nombre de uno de los criados del secretario del duque y ubicada, casualmente, en la calle de la Montera, al lado de la residencia que ocupaba, en la calle de Jardines, el propio Urbina.

El 8 de septiembre de 1608, (a los pocos meses de haber enviudado),el licenciado Francisco Ramos desposó a Molina con Isabel por mandamiento y en la que los testigos fueron Cervantes y su esposa Catalina. En el contrato matrimonial se afirmaba que Isabel aportaba al matrimonio diez mil ducados, suma imposible de conseguir por su padre, quien, un año antes, se había visto obligado a pedir al librero Robles un adelanto de cuatrocientos cincuenta reales. 
Parece innecesario añadir que la dote de Isabel de Saavedra procedía de la "desinteresada" generosidad del citado Juan de Urbina, quien, a pesar de sus dispendios, sabía velar por su hacienda: la casa de la calle Montera pasaba ahora a ser propiedad de la pequeña Isabel Sanz del Águila, aunque su madre podía seguir conservando el usufructo en tanto no muriese la niña, ya que, si esto ocurría, el heredero de la vivienda sería Miguel de Cervantes. 

El 17 de noviembre de 1608 Isabel de Cervantes concede un poder a su tía Magdalena, para poder cobrar la herencia de su madre después de 23 años. 

Cuando, en 1609, falleció la pequeña nieta del escritor, se descubrió una cláusula secreta por vía de la cual la propiedad regresaba a manos de Urbina.
(Con respecto a Isabel Sanz, nieta de Miguel de Cervantes, cabe señalar que no está a disposición su partida de bautismo, que seguramente sería de mucha utilidad). 

Para Cervantes, Urbina e Isabel representaban la misma relación que había entre él y Ana de VilIafranca.

La disputa surgida en este punto acerca de esta casa de la calle de la Montera supuso el distanciamiento definitivo entre Miguel de Cervantes y su hija Isabel. 
El 27 de marzo de 1610, Juan de Urbina reclamó sus derechos sobre la vivienda, cuando parecía que Isabel de Saavedra había sido autorizada para el usufructo durante toda su vida. 

Miguel de Cervantes -quien, según el falso contrato firmado para ocultar la presencia de Urbina en todo este embrollo, quedaba como legítimo propietario de la casa- se vio obligado a cumplir lo pactado por debajo de los documentos legales y renunció a sus derechos en favor del secretario del duque de Saboya, con la única condición de las rentas obtenidas por el alquiler de la vivienda fueran destinadas a obras de caridad. Esta decisión de su padre provocó las iras de Isabel de Saavedra, quien, a pesar de todo, siguió manteniendo complejas relaciones de negocios con Juan de Urbina, en las que también estaba implicado su marido, Luis de Molina. 

En 1614, el secretario del duque llegó a ser encarcelado por los pleitos interpuestos contra él por Isabel y su esposo, con lo que el peregrino triángulo quedó deshecho para siempre. En la cárcel Urbina pasó 236 días e, saliendo de ella casi acabado económicamente.
Urbina trató de hipotecar las aparentes pertenencias, concediendo el 3 de junio de 1619 un poder a dos procuradores "para que puedan proseguir, fenecer y acabar el pleito".
A finales de enero de 1622, Urbina, por los problemas financieros que mantiene volvió a luchar por dicha casa, perdiendo el fastidioso proceso.

Luis de Molina murió en Madrid en 1632, después de haber dictado un testamento en el que, con fecha del 25 de diciembre de 1631, dejaba explícito que había consumido y gastado gran parte de la dote de su esposa, quien le sobrevivió por espacio de veinte años.

 Impresiona, ciertamente, la riqueza de Isabel de Cervantes que afirma que tuvo dinero, al menos, en algunas etapas de su vida. Así pues, el 5 de diciembre de 1608 Isabel entrega a su marido unos 14.753 reales en bienes, joyas, vestidos y ajuar de casa, entre los cuales hay 6 retratos dorados de los santos; Andrés, Enofre, Francisco, Juan, de la Virgen, y de Nuestra Señora del Carmen, los que permiten comprobar que la hija de Cervantes era practicante de la religión católica.
También usufructuaba: "un espejo, 114 anas de tapices, una sortija de un rubí, 2 sortijas de diamantes, un manteo francés de raso carmesí con 5 pasamanos de oro, unas manillas de oro, un hábito de Alcántara de oro, una sortija de oro de un topacio y una gargantilla de oro".

No obstante, es de observar que los 6 libros de diferentes historias de Isabel son pruebas que sabía leer. Pero de sorpresa, en 1605 Isabel era incapaz de escribir en el caso de Ezpeleta. Primero "firmó [juramento] de su nombre  y luego dijo que no sabía firmar y no firmó," y en seguida en 1608 firma el contrato de matrimonio. 
Tampoco cabe duda que las 3 cucharas de plata, son las mismas, por las cuales Cervantes fue premiado por su glosa en primer lugar por el convento de Santo Domingo de Zaragoza a celebrar las fiestas de la canonización de San Jacinto. De mayor relevancia es '"un jubón de raso blanco de la China. Quizás es una casualidad, pero no es de excluir que fue el regalo del Emperador de China, quien quería fundar un colegio,
donde el Quijote se leyese en lengua castellana, así como que Miguel pudiera ser el rector de tal colegio. Todo esto indica que Isabel poseía algunas cosas de valor.
Cabe notar que la hija de Cervantes no sólo tenía dinero sino que lo prestaba. Pero cómo y dónde se lo ganaba, se ignora. Además, parece que tenía las características de un buen comerciante como Leonor de Cortinas, su abuela. 
El 30 de abril de 1643 Fernando Ortiz, y Clara Gómez de Villaseñor se obligan a pagar a Isabel 2.200 reales que les había prestado (Pérez Pastor, 2: 326-28), y el 14 de julio de 1648 Isabel da en arrendamiento a Pablo Vicencio Feliciano, una casa que tiene en la calle de San Luis, por tiempo de 2 años y "al fin del dicho tiempo ha de dejar dicha casa desocupada y bien tratada y entregarme las llaves que yo le entrego ahora que son las de todas las puertas". Ahora bien, si hay que creer que Isabel era negociante, es posible que lo aprendiera de su padre, pues éste, según su hermana Andrea, dedicaba sus horas a "tratar negocios"
por su buena habilidad.
Otro criterio de interés resultan ser los testimonios. El primer testamento de Isabel de Cervantes (el 4 de junio de 1631), es un verdadero tesoro de información.
Allí se demuestra sin rodeos que Isabel era la hija de Miguel y Ana Franca de Rojas, y esposa de Luis de Molina a quien obsequia 200 ducados y un poder para que pueda cobrar para sí cualquier cantidad. A pesar de ello, se descubre que Isabel devuelve a su tío fray Juan de Villafranca y Mojica, de la orden de Nuestra Señora de la Merced, 400 reales por los gastos en un pleito que tuvo con un tío de Luis de Molina.
Pero también se revela que Isabel de Cervantes tuvo muchos problemas con su marido, pues al regalar a su hermana Ana de Rojas 3.000 reales, dice que si su esposo está contra ello, que "no goce ni le haya dar los 200 ducados y demás bienes que le manda". También manda a su esclava García que "no quede en poder de Luis de Molina, y que se la libre, ya que ella dijo que si sigue en poder de Molina, tiene que hacer algún mal recaudo".

El segundo testamento de la hija de Cervantes (el 19 de septiembre de 1652), informa que Isabel es hermana profesa de la Tercera Orden de San Francisco, y que manda cobrar 500 escudos que le debe a su tío, Rodrigo de Cervantes, alférez. A sus dos criadas ofrece 50 reales a cada una, y a Bárbula, lavandera, 24 reales. En cuanto a una casa en San Luis, donde vive el criado del Rey Felipe II, comunica que gastó 600 ducados en "hacer una cueva y otros muchos reparos, y requiere que se le devuelva dinero." 

Finalmente, Isabel murió "el 20 de septiembre de 1652 en la calle de la Sartén. 





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