domingo, 27 de julio de 2014

Matadero Clandestino de burros en La Algaba

En Sevilla, siempre he oído que en mi pueblo se vende carne de burro, pero la verdad es que yo no sabía si era cierto o no (en la actualidad claro que no), así que me puse a indagar.
Es increíble que un suceso acaecido a principios del siglo pasado, llegue hasta nuestros días.

La noticia de la época, se contaba así:


Ha sido descubierto un matadero clandestino en el pueblo de La Algaba donde diariamente se sacrificaban dos asnos, que trasladados durante la noche a la capital, se vendían como carne de vaca.

"La Época, 7 de Enero de 1920"




En una venta situada en la entrada del pueblo de La Algaba, propiedad de un individuo llamado Casetas, hay un pequeño matadero, donde diariamente se sacrifican los burros, adquiridos a bajo precio, de entre los que se dedican al transporte de tierras en las obras de construcción del puente sobre el Guadalquivir.
Al tener noticia de esta denuncia, hemos ido a la venta y hemos visto el matadero y dos animales sacrificados hoy, y dispuestos a ser trasladados a Sevilla, operación que se hace durante la noche, y cuya carne se expende en los mercados de la Encarnación y el Postigo
También hemos visto colgadas en el matadero mas de 60 pieles de burro y dos cabezas de caballo, sin desollar. 
En el pueblo, todos los vecinos estaban enterados de ello, si bien no se atrevían a delatar al Casetas.

"El Sol, 7 de Enero de 1920"



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En el pueblecito de La Algaba, próximo a Sevilla, se descubrió la semana pasada un matadero clandestino de burros, cuyos restos, una vez descuartizados, pasaban a la venta en dos de los mercados mas populares de la capital, el de la Encarnación y del Postigo. Según parece, este matadero clandestino venía funcionando desde hace tiempo, sacrificándose diariamente dos jumentos matalones. El asunto ha producido gran escándalo al ser divulgado por la prensa sevilla.

"Nuevo Mundo, 16 de Enero de 1920"




Jesús Campos



sábado, 26 de julio de 2014

Catástrofe en "El Puente Viejo" de La Algaba (29-03-1924)



Sevilla, 29 de Marzo de 1924. En la madrugada anterior, el río Guadalquivir rebasó los muelles, llegando el agua cerca de la Torre del Oro.
Varios pueblos de la comarca sevillana, necesitan ayuda a causa de las inundaciones del temporal.




A última hora de la noche (23:00 horas) se reciben noticias provenientes del pueblo de La Algaba, donde dicen que el puente de dicha localidad ha sido arrastrado por la fuerza del agua, causando numerosas víctimas.

La primera noticia oficial dice que a las seis de la tarde se hundieron tres arcos del puente, arrastrando a varias personas que estaban presenciando la riada.

El alcalde de la localidad ha comunicado telefónicamente al Gobierno Civil, anunciando que se han podido salvar cinco personas, y que hasta el momento se han rescatado diez cuerpos sin vida.

Sevilla, 30 de Marzo de 1924 (1:00 de la madrugada). A las seis de la tarde aproximadamente del pasado día se ha hundido el puente de La Algaba, llamado Rodríguez de la Borbolla, sobre el Guadalquivir en la carretera de Sevilla a dicha localidad.
A aquella hora se hallaban sobre el puente unas 200 personas, presenciando la enorme crecida del río. De pronto se sintió un estrepitoso ruido sobre el puente, construido hace año y medio, con el desenlace final del hundimiento producido a unos 40 metros cercano a la zona que va para Sevilla.
Desaparecieron todas las personas que en él había, cayendo unas 20 personas entre cascotes y escombros. algunas de ellas resultaron heridas y otras fueron arrastradas por la corriente.




Cercanas al puente se descubrieron dos lanchas, con las que se procedió al salvamento. Dichas lanchas fueron tripuladas por sus dueños, Luis Otero Carbonell y Antonio Roda. En una de ellas embarcó Manuel Bazán que se encontraba en el puente cuando éste se desplomó, con una hija de catorce años llamada Manuela y otra joven de dieciocho, llamada Manuela González Cernuda, que pudieron ser salvadas, no por ello sin dificultad.
La otra lancha recogió a Juan Antonio Agüera, de cincuenta y cinco años de edad.
Los barqueros tuvieron que hacer grandes esfuerzos para rescatar a estas cuatro personas.


Las últimas noticias hablaban de entre 16 y 20 personas desaparecidas, entre los que se encontraban el farmacéutico del pueblo, D. Joaquín Herrera, Manuel Amores, jornalero de sesenta años de edad, Pedro Carranza de quince, José Calvo Herrera también de quince, y un peón caminero apellidado Romero.

No ha podido averiguarse hasta el momento, el número exacto de victimas, ya que muchos echaron a correr en el momento de la catástrofe.

El ingeniero constructor del puente, D. Antonio Ibarra, estuvo a primera hora de la tarde en el lugar del suceso, ya que por la mañana se notaron algunas grietas en el puente, sin que se le diera importancia.
Al observar el Sr. Ibarra la grieta, ordenó al peón caminero desaparecido, en previsión que la grieta se agrandase, que no permitiera el paso de vehículos y que avisase a las personas que transitaran por el puente, del peligro que existía para que tomasen las pertinentes precauciones.

Parece que las órdenes no fueron cumplidas con rigor, pues poco antes del hundimiento pasó por el lugar del suceso un camión de viajeros.

La impresión causada en el vecindario de La Algaba es enorme, pues muchas familias buscan a parientes suyos que trabajan de jornaleros en Sevilla y que no han llegado a sus domicilios aún.

El pueblo está incomunicado a causa de la inundación; no se puede pasar por las carreteras que van a Santiponce ni Alcalá del Río. Únicamente  hay acceso en caballería y corriendo grave peligro.

Las autoridades creen posible que la causa del hundimiento de los (ya) seis ojos del puente, pudo haberla producido las obras de defensa realizadas en Alcalá del Río, que en esos días lanzaron un enorme caudal de agua.



Se conoce el numero total de victimas. Son quince.

Los fallecidos son:

D. Joaquín Herrera Carmona, de 42 años, farmacéutico de la localidad; éste estaba esperando a dos hijos suyos, estudiantes, que llegaron desde Sevilla en auto-camión con numerosos viajeros. El Sr. Herrera habló con sus hijos y les recomendó que marcharan a su casa. Los hijos lo hicieron así, regresando poco después, en el momento en que se hundía el puente, viendo desaparecer a su padre entre los escombros.

Antonio Romero Jiménez, peón caminero, encargado del puente, que se encontraba con su hijo Francisco Romero, arrastrados por la corriente y pereciendo juntos.

Francisco Tristán Gallardo, de 10 años. Este lo mandó su padre para ver si la comida estaba hecha, y al regresar para contestarle, se hundió el puente en ese preciso instante.

Amparo Velázquez Amores, de 18 años, sirvienta.

Dulce Nombre de la Bandera Aguilar, de 13 años. Tenía en sus brazos a un hermanito suyo llamado Francisco de la Bandera Aguilar, de 1 año de edad, pereciendo ambos.

Manuel Amores Molina, de 66 años de edad.

José Calvo Herrera, de 18 años de edad, albañil.

Pedro Carranza Carranza, de 19 años, primo del diestro Algabeño II.

Felipe Esteban Barba, de 15 años.

Francisca Aragón Gómez, de 14 años.

Patrocinio Ortega Moreno, de 45 años de edad.

Dolores García Reyes, de 11 años.

Justa Merino Palomo, de 13 años.


Como detalle curioso el periódico "La Voz" señala el de los dos perros del farmacéutico Sr. Herrera,que no se separaron de la orilla del rio desde que ocurrió el hundimiento, y se arrojaron varias veces al agua, en busca de su amo.

No hay placa, ni monumento que recuerde en el lugar dicha tragedia, pero sirva como homenaje la calle que lleva su nombre. "Calle 29 de Marzo"


 Estado actual del puente





Fuente: Hemeroteca ABC, Hemeroteca Nacional y Periódico La Voz.

Jesús Campos



viernes, 25 de julio de 2014

Lo que vieron mis ojos




LO QUE VIERON MIS OJOS




Noviembre de 1992, tenía yo doce años de edad y acababa de salir de dar las clases particulares. El destino o quien quiera que mueva los hilos, nos llevó (y digo nos llevó, porque estaba junto a mi, un amigo de la infancia) a la Plaza de España del pueblo de La Algaba. Allí se había formado un pequeño revuelo (creo recordar que era en la Sacristía), en el que varias personas afirmaban ver a través de un orificio en el suelo, realizado por obreros que se encontraban realizando trabajos de remo-delación en la iglesia, centenares de huesos. 
A mi me parecieron ser muy pocos, (dos cráneos y algún que otro hueso es lo que vi) ya que desde arriba e iluminando con una tenue linterna, fue lo que mis ojos alcanzaron a ver en ese preciso instante.

Días después, la noticia corrió como la pólvora, por la localidad; saliendo también la noticia en los medios de comunicación.
En el periódico ABC, se hablaba de centenares de huesos que como mínimo permanecerían en el lugar desde hace dos siglos.



Fuente: Hemeroteca ABC



Jesús Campos

jueves, 24 de julio de 2014

Mi Pueblo de La Algaba

Sevilla cuenta entre sus municipios con el de La Algaba, villa que se extiende sobre la margen derecha del río Guadalquivir, a unos siete kilómetros de Sevilla. Su denominación actual procede del vocablo árabe Al-Gabab, cuyo significado, “El Bosque”, se debía probablemente a la vegetación y arboleda, que existían en la comarca en época musulmana.
Algunos restos como sílex o anzuelos encontrados nos muestran el paso del ser humano por nuestras tierras, durante la Prehistoria, aunque las condiciones de vida no serían demasiado propicias para el establecimiento de núcleos estables dada la dificultad del terreno, a menudo anegado del curso fluvial.
Los primeros asentamientos, se sitúan posiblemente en época prerromana cuando los herederos de la civilización tartesia, los turdetanos fundaron en su actual término municipal, Belbilis.
A través de excavaciones realizadas en términos municipales se constata la presencia de contactos con pueblos orientales (fenicios) por la aparición de elementos de hierro encontrados así como la aparición de cerámica a torno, inventos desconocidos en las poblaciones indígenas de nuestro entorno hasta los primeros contactos comerciales con los fenicios hacia el siglo X- IX a.C.
Más tarde, con la dominación romana, el actual término se llenó, como toda la Bética, de explotaciones agrícolas de mayor o menor entidad, destacando sobre todas la Casilla Bravo, propiedad en la que se han hallado tres focos arqueológicos, tratándose de un grupo de edificios que rodeaban a una villa romana que poseía termas, necrópolis, etc. y que datan del siglo I al IV d.C.
Otros yacimientos menores localizados en La Algaba se encuentran en los alrededores del cortijo de El Tardón, donde se hallaron voluminosos bloques de piedra tallada y fragmentos de ladrillos y tejas y en el cortijo del Vizcaíno, cuyo emplazamiento se halla bastante deteriorado.
Estos restos de villas romanas se convirtieron durante época musulmana en almazaras árabes. Durante este periodo su importancia creció notablemente, dejando una huella importante en el municipio que posteriormente, llegó a albergar la segunda comunidad mudéjar más importante de Sevilla hacia el siglo XIII. Esta huella musulmana es patente en sus calles retorcidas, estrechas y sus adarves e incluso el gusto mudéjar de la Torre de los Guzmanes, monumento principal de la villa.



Reconquistada por Fernando III en 1247, los primeros donadíos fueron otorgados a la familia real, recibiendo entre otros, el de La Algaba, el 10 de diciembre de 1253, al infante Don Fadrique. Posteriormente, cambió de manos en numerosas ocasiones, contándose entre sus propietarios Don Alonso Pérez de Guzmán, el infante Don Gonzalo
Sánchez de Campaniello, el almirante Fernán Sánchez de Tovar y el conde de Niebla.

En 1440, Juan de Guzmán y Torres, hijo del Maestre de Calatrava don Luis González de Guzmán, obtiene por trueque con el conde de Niebla, la villa de La Algaba, Alaraz, el Vado de las Estacas y las aceñas del Rey y la Ina, a cambio de Medina-Sidonia, señorío este último que le había concedido el rey Juan II, estableciendo en ella su poder jurisdiccional. A partir de entonces La Algaba se constituye en un señorío estable. El rey Felipe II creó su Marquesado en 1565, siendo su primer marqués don Francisco Guzmán y Manrique, para contrapesar la penuria económica de su Hacienda, quedando sujeta la villa a los marqueses del mismo nombre hasta el siglo XIX, cuando se constituye en Ayuntamiento Constitucional.
Es de esta época, (S. XVI) la construcción del Convento de San Francisco de los Ángeles, en el actual Barrio de la Cruz y la creación de las Hermandades de Sangre (los hermanos se autoflagelaban) y de Luz (iluminaban la procesión con sus velones). Es a partir del Concilio de Trento, cuando se configura en buena medida la idiosincrasia de la sociedad algabeña, andaluza y española, mediante una rígida moral católica. 


El siglo XIX y XX supuso para La Algaba profundos cambios en casi todos los aspectos, comenzando con el impacto de la Guerra de la Independencia y el proceso de las Desamortizaciones. El secular aislamiento de La Algaba, rodeada por cauces fluviales, darán paso a un mayor contacto con la metrópoli hispalense.
Tras la cruenta Guerra Civil y la dura posguerra, durante las décadas de los 60 y 70 del siglo XX, el pueblo comienza su expansión y se van construyendo barrios nuevos junto a los límites del casco tradicional, tendiendo las edificaciones más recientes a ocupar los espacios agrícolas situados entre tres límites físicos que claramente delimitan el espacio urbano, el río Guadalquivir, la carretera comarcal A-8006 y la A-8079, carretera que une Santiponce y La Algaba.
Algunos hechos de la historia reciente, marcaron la memoria colectiva de los algabeños como las riadas por las crecidas del Guadalquivir, que a lo largo de la historia, anegaron y azotaron el pueblo algabeño. O la destrucción del antiguo “Rodríguez de la Borbolla”, el fatídico 29 de marzo de 1924, con el dramático final de quince pérdidas humanas. (Mas adelante veremos con mas minuciosidad este acontecimiento)

Tras el fallecimiento del General Franco y el fin de una dictadura que duró cuarenta años, un nuevo período de democracia se abre en la Historia de España y en particular de nuestro municipio, estableciéndose en 1979, el primer Ayuntamiento democrático en nuestra localidad.