Datada el 18 de julio de 1936 en Granada, la misiva salió en el correo antes de que se interrumpieran las comunicaciones acausa de la guerra. Lorca la escribió el día de San Federico, una fecha señalada para su familia, acostumbrada, como en casi toda Andalucía, a festejar los santos más que los cumpleaños.
Carta Original de Federico a Juan |
Los tres folios, escritos a mano, con palabras subrayadas y alguna tachadura, llegaron a su destino cuatro días después, antes de que se cortaran las comunicaciones entre la zona republicana y la nacional. Ese mismo día se conocía el alzamiento franquista, la sublevación militar no tardaría en convertirse en guerra civil.
Albacete quedaba bajo el mando republicano
y Granada en poder de los nacionales, lo que agravó la situación de García Lorca.
“En tu carta hay cosas que no debes, que no puedes pensar. Tú vales mucho y tienes que tener tu recompensa. Piensa en lo que puedas hacer y comunícamelo enseguida para ayudarte en lo que sea, pero obra con gran cautela. Estoy muy preocupado pero como te conozco sé que vencerás todas las dificultades porque te sobra energía, gracia y alegría, como decimos los flamencos, para parar un tren”
La pareja se conoció en el convulso Madrid republicano, donde mantuvieron su idilio de espaldas a sus familias, una de ideas muy conservadoras y otra socialista pero con sentimientos cercanos en cuanto a la homosexualidad. Culto y muy atractivo, Ramírez de Lucas soñaba con ser actor y Lorca prometió llevarlo por los teatros del mundo. Locamente enamorados decidieron escapar juntos a México. La situación de Lorca en Madrid, convertido ya en un autor de éxito en medio mundo y una de las figuras más odiadas por los grupos violentos de derechas, se hacía más peligrosa por momentos. El poeta había cumplido 38 años pero a su amante le faltaban dos para
alcanzar la mayoría de edad.
Sus amigos le advirtieron del peligro que corría, pero el poeta no quería viajar solo. Seguramente Lorca tenía los contactos necesarios para que pudieran salir de España con papeles falsificados pero se negó a hacerlo, y aunque la complicidad era mutua necesitaban la aprobación del padre del muchacho. Ramírez de Lucas debía convencer a su familia para marcharse juntos pero las cosas no estaban saliendo bien: “Yo pienso mucho en ti y esto lo sabes tú sin necesidad de decírtelo pero con silencio y entre líneas tú debes leer todo el cariño que te tengo y toda la ternura que almacena mi corazón”
El mensaje de Lorca incidía en que Juan Ramírez de Lucas debía ser fuerte y tratar de convencer a sus padres para que respetaran sus ideas.“Conmigo cuentas siempre. Yo soy tu mejor amigo y te pido que seas político y no dejes que el río te lleve. Juan: es preciso que vuelvas a reír. A mí me han pasado también cosas gordas, por no decir terribles, y las he toreado con gracia”.
La pareja se despidió, el mes de julio de 1936, en la estación de Atocha. Ramírez de Lucas, que apenas contaba 19 años, iba camino de Albacete, buscando el permiso de su padre, un reputado médico albaceteño (la mayoría de edad era a los 21) para poder marcharse a América con el poeta. Lorca subió al tren rumbo a Granada para despedirse de sus padres antes de partir para México.
Federico García Lorca y Juan Ramírez a los 18 años de edad |
La carta pasó a formar parte de los recuerdos que guardaba Juan Ramírez junto a otros documentos del poeta. Entre ellos el poema que le dedicó cuando ambos viajaban hacia Córdoba. Según los testimonios reflejados en su diario, Lorca lo escribió sobre la marcha, en el único papel que llevaban encima, un recibo de la Academia Orad, situada en el número 3 de la madrileña Carrera de San Jerónimo, donde estudiaba Ramírez de Lucas. Se trata del pago del mes de mayo de 1935, por valor de 10 pesetas.
Aquel rubio de Albacete
vino, madre, y me miró.
¡No lo puedo mirar yo!
Aquel rubio de los trigos
hijo de la verde aurora,
alto, sólo y sin amigos
pisó mi calle a deshora.
La noche se tiñe y dora
de un delicado fulgor
¡No lo puedo mirar yo!
Aquel lindo de cintura
sentí galan sin...
sembró por mi noche obscura
su amarillo jazminero
tanto me quiere y le quiero
que mis ojos se llevó.
¡No lo puedo mirar yo!
Aquel joven de la Mancha
vino, madre, y me miró.
¡No lo puedo mirar yo!
Juan Ramírez de Lucas proyectaba publicar los dibujos que
conservaba de su relación sentimental con Federico García Lorca como complemento de un
poema suyo, pero falleció antes de llevarlo a cabo.
Juan Ramírez de Lucas |
Juan Ramírez de Lucas (Albacete,
1917-Madrid, 2010), periodista y crítico de arte, no quiso llevarse a la tumba
su secreto. Guardó silencio durante más de 70 años, con todos los recuerdos
(dibujos, cartas, un poema, su diario…) de su tragedia sentimental ocultos en
una caja de madera. Sin embargo, antes de fallecer, entregó a una de sus
hermanas su legado para que se hiciera público. Pese al férreo silencio que
mantuvo en vida, apoyado por los propios amigos de la pareja que respetaron su
intimidad, Ramírez de Lucas no quiso que la memoria de su gran amor de
juventud, el poeta Federico García Lorca, se perdiera para siempre.
Su delicada salud pudo más que el peso de los recuerdos que le habían acompañado durante casi setenta años. La última carta del poeta, la poesía y sus cuadernos de notas podían resultar altamente comprometedores, pero el uso de los dibujos no tenía por qué resultar chocante, en un profesional que vivió entregado al mundo del arte.
Conoció a Picasso y a Dalí y tenía una buena relación con César Manrique, Antonio López y Miró. Para el autor de Doña Rosita la soltera, el dibujo constituía una forma íntima de comunicarse. Con la misma pluma con la que derramaba versos, completaba su visión dramática, una metáfora, un estado de ánimo o un símbolo. Para un creador tan versátil, capaz de componer o de interpretar al piano algo que acababa de escuchar, el dibujo era un complemento artísticoDibujo que realizó Federico a Juan |
El valor documental de estos folios, junto con el poema, los dibujos y los cuadernos, en los que Ramírez de Lucas cuenta sus recuerdos sobre la relación de ambos, deberá ser determinado por los historiadores pero para eso hace falta que los herederos den el visto bueno a la publicación.
Jesús Campos
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